¿QUÉ ES CARO Y QUÉ ES BARATO?

 

TODO POR UNA PIZZA

 

 

Buen domingo estimados lectores. Aunque hoy no sea domingo, porque en la web, y afortunadamente, cada quién lee estas notas, el día que se le antoja. Así que ¿por qué no permitirme escribir un editorial, el día menos pensado?

 

 

En los últimos tiempos, como ocurre cada vez que las cosas se ponen difíciles en estas tierras del sur, los debates acerca de, ¿es caro o es barato?, se multiplican en el ámbito gastronómico.

 

 

Todos habrán escuchado el refrán, que dice que “lo barato, puede salir caro”. Se trata de una paradoja, que se refiere a comprar algo de baja calidad o  de poca duración, y de las consecuencias: tener que comprarlo de nuevo antes de tiempo.

 

 

En nuestra actividad, en la que llevo más de cuarenta años, un servicio que cuesta menos que otro, por ser de menor calidad, no es más barato. Y a veces, resulta caro. Siempre se debe ser consciente de la calidad de lo que se adquiere, antes de colgarle el cartel de caro o barato.

 

 

Al refrán, a mi humilde entender, le faltaría un corolario: si lo barato puede salir caro, lo caro puede resultar carísimo. Y como siempre escribo en estos editoriales, la culpa no es del chancho…sino del que le da de comer.

 

 

Ciertamente las palabras, NUNCA son inocentes. Traen su carga de historia, de etimologías, de sinónimos, de antónimos, y de carga simbólica.

 

 

Al no ser inocentes, tampoco son inofensivas. Se pueden usar para construir, y para destruir. Para halagar, y para ofender. Pueden ser justas o injustas. Verdaderas o falsas. Picantes o dulces.

 

 

Así que, queridos lectores, permítanme comenzar por acercarme a las palabras, porque con ellas es que pensamos, sentimos, amamos, traicionamos, acariciamos, y a veces, a sabiendas o no, mentimos.

 

LO CARO Y LO BARATO

 

Marco Aurelio Caro, conocido comúnmente como Caro fue emperador romano desde 282 hasta 283

 

La palabra caro viene del latín “carus”, que según el diccionario de la RAE significa: de precio elevado, amado, querido, de precio más alto, o sobre lo habitual. En hebreo, se utiliza la palabra “iakar”,  יקר, que también significa caro. Y se remonta a las Sagradas escrituras.

 

 

Se trata de un adjetivo, que a veces puede transformarse en adverbio. Y hace referencia, en un sentido a “considerable, costoso, exorbitante, gravoso, oneroso, preciado, subido, o valioso”, entre otros sinónimos; y en otro sentido a “amado, apreciado, estimado, o querido”.

La palabra barato, proviene de “baratar”, una palabra usada por los mercaderes griegos, y en su origen, allá por el primer milenio antes de Cristo, significaba trocar, o comprar algo a bajo precio, y provendría del verbo πρἀττειν, prattein, equivalente a “lograr afectar”.

 

 

Volviendo a sus significados en nuestra lengua, y a la RAE, las acepciones son varias: “que tiene un precio bajo o más bajo de lo normal”, “de baja calidad”, que “no supone dificultad o esfuerzo” o  “venta de algo a bajo precio, con el fin de liquidarlo pronto”. Y los sinónimos de “barato” suelen ser: asequible, económico, módico, rebajado, y ventajoso.

 

 

 

En la lengua inglesa, mucho más práctica a la hora de consagrar las palabras, que el español de Castilla, utilizan dos palabras para referirse al adjetivo caro: “expensive” y “dear”, y dos para referirse a su adverbio: “expensive” y “a lot”.

 

 

Así cuando quieren adjetivar, “Queríamos comprar un auto, pero todos son muy caros”, escriben: “We wanted to buy a car, but they’re all so expensive”. Pero cuando se refieren a “sus caros recuerdos”,  utilizan “our dear memories”, y a unas ostras caras, que valió la pena comer, Even if they were dear, it was worth eating these oysters.

 

 

ENTRANDO EN TEMA

 

 

Hechas estas digresiones, paso a mis propias palabras. ¿Es posible establecer un criterio para determinar si algo es caro o barato? En otros términos más directos, ¿cómo puedo saber, si me están cobrando lo que corresponde? Queridos lectores, la respuesta a ambas preguntas, es un rotundo: ¡NO!

 

 

El nuestro es un país, donde para el dólar, una moneda de cambio, que todos los países utilizan para el comercio internacional, teníamos al 8 de noviembre ¡17 precios diferentes!, según consignó el Diario Crónica, cómo saber qué es caro y qué es barato.

 

 

Dólar minorista, dólar blue, dólar MEP, dólar turista, dólar Coldplay, dólar cripto, dólar Qatar, dólar Netflix, dólar ahorro, dólar soja, dólar turista, dólar turista extranjero, entre otros. Con precios que iban desde $163.50 hasta $ 328.

 

 

Eso, en el plano objetivo. Pero además, existe el plano subjetivo de un precio. Esta imagen de prioridades, hecha por un medio español, muestra con claridad ese aspecto. Y la forma en que percibimos los precios de las cosas, según como se acomodan a nuestro proyecto de vida.

 

 

Pero como vieron, están hechas en un país en el que la inflación asusta, cuando se aproxima en el año a dos dígitos, mientras que para asustarnos a nosotros, hacen falta, de tres dígitos para arriba.

 

Nuestro «hermano menor,» y nuestro «hermano mayor», conducen bastante mejor sus economías

 

En el resto del Planeta Tierra, toda la vida un dólar fue, un dólar. Un millón de dólares, algo inalcanzable para el 99.9 % de los mortales, y la inflación, un problema del siglo XX.

 

 

Acá no, el que no tenía un “palo” verde “encanutado”, era un “seco”. La “inflación” que para los CEO, del gobierno anterior, era un problema “que se arreglaba en dos minutos”, para los científicos del actual es, “un fenómeno complejo que se autoconstruye”, y llegar a fin de año con casi el 100% anual, una “epopeya”.

Volviendo a mis palabras, la culpa no es del chancho…Mientras seguimos viviendo en el siglo XX, como en un Cambalache, la humanidad entró a la tercera década del siglo XXI.

 

YENDO AL GRANO

 

 

 

En medio de un cambalache, donde se puede ver herida por un sable sin remaches, llorar a la Biblia junto a un calefón, es lo mismo un burro, que un gran profesor, no hay aplazados, ni escalafón, y da lo mismo el que labura, noche y día como un buey, que el que  vive de las minas, que el que mata, que el que cura, o está fuera de la ley.

Por lo tanto, cualquier comparación, cualquier juicio crítico, y hasta una mera opinión, no debería ser tomada demasiado en serio. Sin embargo, redes sociales mediante, es tomada muy en serio.

Y hasta trepa a los titulares de diarios, en los medios masivos, y es repetida por las personas, como si se tratase de la palabra de Dios.

 

 

Vox populi, vox dei, ya era un proverbio antiguo en el año 798, cuando Alcuino de York, le escribió a Carlomagno, para advertirle que: “no debería escucharse a los que acostumbran a decir que la voz del pueblo, es la voz de Dios, pues su desenfreno está siempre cercano a la locura”.

 

 

Y aún ocho siglos antes cuando Séneca la uso positivamente: crede mihi, sacra populi lingua est, “créeme, sagrada es la lengua del pueblo”.  Pero acá, no son sagradas ni las vacas como en la India, por eso la carne “está barata”, ya que es preferible carnearlas, que darles de comer, ni nadie la escucha, salvo cuando se utiliza para estas tonterías.

 

TRATARÉ DE SER MÁS CLARO

 

 

Esta misma semana, una polémica rosarina llegó a ser nota en “La Nación” el 23 de enero, a raíz de su publicación en redes sociales, bajo el título: Se quejó por el precio de la pizza y los dueños del local le propusieron un desafío a cambio de comida “de por vida”.

 

 

El cliente afirmaba que la pizza, “no deja de ser agua con harina”, y que pagarla $ 2000, era un “robo a mano armada”. La respuesta del local de la ciudad, fue un interesante reto que, si el hombre que reclamó lo cumplía, podía recibir pizzas de ese lugar “de por vida”.

 

 

Las personas razonables, queridos lectores, no deberíamos entrar en estas apreciaciones, en un momento en que la distorsión de los precios, es algo evidente. Pero como el sentido común, es el menos común de los sentidos, entramos. Y empezamos a comparar peras, con manzanas, alegremente.

 

 

Una Ferrari, no es un auto caro para mí, es imposible de comprar. Pero para el Emir de Qatar, es lo mismo que un vuelto.  Y un precio, en un país con sesenta años de inflación acumulada, y una moneda que no es moneda, porque nadie la quiere para ahorrar, es una entelequia.

Así que no vale la pena, gastar pólvora en chimangos. A mí me alcanza, y me sobra, con lanzar esta advertencia: muchas veces es mejor el silencio, que repetir como un loro o una cotorra, las opiniones de otros.

 

Hasta el domingo.

 

 

Emilio R. Moya

 

 

 

Oscar Tarrío

Director Periodístico Chefs 4 Estaciones en Chefs 4 Estaciones / Ex Editorial Diario La Capital

NODO norte

Un suplemento del Diario La Capital

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