¿POR QUÉ IMPONER LOS GUSTOS?

¿POR QUÉ IMPONER LOS GUSTOS?

 

 

Buenos días estimados lectores. Ayer mientras discutíamos en la redacción el tema para el editorial que iba a escribir este domingo, nos llegó la nota de opinión de nuestro colega mendocino Federico Lancia.

 

 

En ella que tituló El final de los gurúes del vino, y comenzaba con este subtítulo: “El hecho de centrar toda la atención en lo que establece un solo paladar parece llegar a su fin. La comunicación se ha transformado y el vino no escapa a esa lógica”, reflexionaba sobre la reacción de los consumidores frente a los viejos modos de la crítica.

 

 

Lo que escribió para el vino, es absolutamente válido para todos los órdenes de la gastronomía. La figura del “sabelotodo” que dictamina lo que está bien y lo que está mal. Lo “in” y lo “out”.

 

 

Aquel que posee el paladar privilegiado, el gusto entrenado y la experiencia, para decir que tal restaurante es maravilloso y que tal chef es genial, hoy es absolutamente demodée y decadente.

 

 

Y lo más triste es que no se da cuenta que los consumidores, le prestan mucha más atención a la opinión de otros consumidores que a sus recomendaciones.

Al contrario, las rechazan y las ignoran. El lenguaje florido lleno de tecnicismos, los términos que tratan de mostrar su erudición, y el colocar su opinión por encima de la opinión del resto de los mortales, provoca en las nuevas generaciones una reacción adversa.

 

 

Nadie puede arrogarse hoy en una sociedad abierta y fragmentada, el derecho de decir cuál es punto de cocción en que debe comerse un filet mignon, ni tampoco si la tortilla de patatas debe comerse babeé.

Ni tampoco se puede conducir a los consumidores en manada a través de las redes sociales, sino vea el ejemplo de TripAdvisor:

 

 

 

En todo caso, podemos narrar cuales eran las tradiciones gastronómicas imperantes en la cocina del siglo XX y los usos y costumbres habituales.

Así que el tema del editorial de hoy se pregunta acerca de si ¿es posible hablar de gusto?

 

«DE GUSTIBUS NON EST DISPUTANDUM» 

 

 

Al contrario de lo que se piensa y de la atribución pseudo histórica a Cicerón, este adagio en latín no proviene de Roma. La frase en latín clásico sería de gustibus non disputandum. Pues en esa época est sería un término redundante e innecesario, lo que los lingüistas llaman un “pleonasmo”, con perdón de la expresión.

 

 

Se considera que la frase debió surgir durante la Edad Media o podría tratarse de un ejemplo de latín macarrónico, el escrito por el pueblo sin tener en cuenta ortografía, gramática ni estilo. Lo que hoy llamamos “la sabiduría popular”

 

 

De gustibus non est disputandum o de gustibus non disputandum est, literalmente De gustos no se discute, traducido al castellano como, sobre gustos no hay nada escrito.

El proverbio latino dice la verdad, la traducción castellana no. Nuestro placer no admite argumentos, admite en cambio una infinidad de escritos, los exige.

 

 

Al fin y al cabo ¿qué son las bibliotecas sino archivos de nuestros gustos, museos de nuestros caprichos, catálogos de nuestros placeres?

El inglés lo traduce como there is no accounting for taste, la implicación es que las preferencias personales de todos son simplemente opiniones subjetivas que no pueden ser correctas o incorrectas, por lo que nunca deben discutirse como si lo fueran.

 

 

Así que con toda seriedad, no resulta nada serio hablar o escribir del mejor restaurante, el mejor cocinero, el mejor vino, el mejor entrecot, ni el mejor nada de nada.

 

 

Y mucho menos otorgarles puntajes a los vinos, estrellas a los restaurantes y hoteles, ni tenedores, ni ninguna otra cosa, en tiempos de redes sociales y consumidores atentos, conectados y solidarios entre sí.

 

 

El genial filósofo austríaco Ludwig Wittgestein decía a propósito de la crítica de arte “en arte es muy difícil decir algo mejor que no decir nada”.

Creo que los periodistas gastronómicos tenemos mucho para decir, pero hoy lo nuestro pasa por contar historias, por hablar de tradiciones, por mostrar los fenómenos –en términos de acontecimientos- y no por dar opiniones.

 

 

Tenemos que dedicar mucho más tiempo a leer a nuestros colegas, a leer las opiniones de lectores, a leer las redes sociales, y fundamentalmente a escuchar.

Es un tiempo de cambiar a manera de ejercer nuestro oficio, de establecer redes entre nosotros, de dejar los egos en el armario y abrir nuestras columnas. A todos los colegas del mundo. Que hoy se ha vuelto una aldea GloCal.

 

LA TAREA MÁS IMPORTANTE

 

 

La mayoría de los que tenemos responsabilidades en los medios, hemos pasado por muchas épocas y muchas formas de hacer periodismo.

La gráfica, la radio, la televisión abierta, los medios digitales. Hemos logrado sobrevivir a esos cambios tecnológicos, y en ese camino aprendido un oficio.

Un oficio que tiene una caja de herramientas. En nuestro caso, las palabras, las imágenes, los videos y la edición de todo ese material para lograr un producto digital.

 

 

Pero no somos diferentes a un soplador de vidrio en su madurez. A un herrero forjador de katanas. A un enólogo de una bodega. Ni a un chef con 30 años de experiencia.

 

 

Cuando en un oficio no existen maestros que formen discípulos, ese oficio languidece, agoniza y se extingue. O lo que es peor, es reemplazado por la industria y sus productos en serie.

¿Cuál es entonces nuestra tarea principal? Formar discípulos. Preparar nuevas generaciones. Trasmitir lo aprendido y de a poco, ir dejando que vuelen solos. Si logramos eso, van a ser mejores que nosotros.

 

 

Porque siempre, los discípulos cuando tiene buenos maestros, los superan. Porque viven en su propio tiempo, como nosotros supimos vivir en el nuestro, que nos guste o no, se está terminando.

Tardará 10 o 20 años, pero la biología es inexorable. Y nadie es eterno. Así que hay que aprovechar el tiempo porque solo dos cosas no se pueden comprar: el tiempo y la salud.

Así que para cerrar este editorial voy a ser coherente y volver a las palabras del colega que nos inspiró la columna:

“A mí siempre me gusta más escuchar a hablar a dos personas sobre un vino, que leer puntajes. Que sobre ese vino me cuenten historias, que me lleve a momentos vividos, que me haga viajar y que me sorprenda en cada sorbo bebido”.

 

Emilio R. Moya

 

Fuentes: citadas y enlazadas en la nota

 

Oscar Tarrío

Director Periodístico Chefs 4 Estaciones en Chefs 4 Estaciones / Ex Editorial Diario La Capital

NODO norte

Un suplemento del Diario La Capital

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