MAGIC DECEMBER

DICIEMBRE MÁGICO

 

 

Buenos días amable lector: yo era uno de esos típicos escépticos que repetía como un loro pendenciero: “otra vez diciembre y la cantinela de las fiestas”. Argumentos nunca faltan y mucho menos a medida que uno se va haciendo mayor, digamos, muy mayor, digamos de más de seis décadas. Y la mesa navideña se parece más a un cuento de Agatha Christie, que a una comedia americana. Cada año desaparece un comensal de la mesa.

Además, uno conoce algo de historia y sabe que Jesucristo no nació el 25 de diciembre, sino que la fecha la puso Constantino el Grande en el Concilio de Nicea a fuerza de sobornar Obispos, eliminar Obispos y hacerla coincidir con las celebraciones romanas en honor de Júpiter. Y que decidió qué Evangelios iban a ser aceptados y cuales no de entre los veintiuno que se conservaban en ése momento.

 

Además de que la mayoría de estas celebraciones generalmente reúnen un variopinto conjunto de familiares, pseudo familiares, familiares políticos y vecinos, que a lo largo del año, normalmente, ni se ven, ni se quieren, ni se soportan. Que diciembre exacerba el mecanismo, ya de por sí desenfrenado del consumo, y que deriva en compras más allá de las posibilidades económicas del grupo familiar y en regalos que harán sangrar las tarjetas de crédito durante todo el año. Amén de ingestas exageradas de comidas y bebidas que colocan a los comensales al borde de la emergencia sanitaria.

 

 

Si nos atenemos al sentido común, todo eso es rigurosamente cierto. Pero el sentido común generalmente está equivocado. La tierra no es plana. Ni es el centro del Universo. Y a pesar de que veamos salir el sol por el este y ponerse por el oeste, no gira alrededor nuestro. Es la tierra la que gira alrededor del sol, sino no existirían las estaciones. Así que amable lector, he dejado de ser un loro pendenciero y he cambiado mi forma de ver las fiestas de fin de año, y a volver a creer, como creía en mi infancia, que diciembre es mágico. Y trataré de explicarlo en este post.

 

LA FELICIDAD SE TRASMITE EN LAS TRADICIONES

 

 

Convengamos que la felicidad, que todos los hombres y mujeres tienen como fin último, según Aristóteles, no es algo permanente. Sino más bien un conjunto de buenos momentos. Al ser el presente tan efímero, y en unos segundos volverse pasado, la mayor parte de esos buenos momentos son como cuentas de un collar que guardamos en nuestro pasado. El futuro, el futuro aún no existe pero necesitamos proyectarnos hacia él con esperanza y buenos deseos que contrarresten la certeza de la finitud de nuestra existencia. Y además con la necesidad de seguir construyendo felicidades que se transformen en buenos recuerdos.

De eso tratan las fiestas de fin de año en todas las culturas y eso es lo que trasmiten en sus tradiciones. Cuando nos sentamos a la mesa en Nochebuena, o se sientan los chinos en su año nuevo lunar, o los judíos en su año nuevo, es posible que falten las personas que ya no están. Pero no faltan sus recuerdos y la felicidad de esos recuerdos materializada en sus aportes a la mesa común.

 

 

En el caso de nuestra mesa, está presente mi abuela Matilde con su budín de sardina y su torta “pesada” alemana, y mi abuelo Emilio pidiendo que le mande una torta para el año nuevo en San Juan, y está el puré de manzana de mamá y papá adobando el lechón, y Don Evaristo preparando una tonelada de ravioles caseros para el domingo al mediodía con 35 grados a la sombra que devorábamos en diez minutos. O la Bove Mare de los primos de mis primas trayendo el Vitel Tonné. Y en San Juan la mesa larga con una docena de mocosos indisciplinados pero obedientes bajo la parra, comiendo las empanadas de la abuela Elba y la ambrosía, y el lechón al horno de barro para el año nuevo. Todos esos recuerdos están preservados en forma de las comidas que comemos. Y nos recuerdan quiénes somos y de dónde venimos.

Y ahora estoy haciendo nuevos recuerdos felices. Con los milennials que aportan sus recetas veganas. Sus panes de masa madre y semillas. Sus bebés y sus niños que corretean y se emocionan con los regalos y que nos recuerdan que la Rueda del Tiempo nunca se detiene. Y que cualquiera sea la edad que portemos, siempre tenemos tiempo de seguir construyendo recuerdos felices y agregando cuentas a nuestro collar imaginario. Así que amable lector, menos sentido común y muchas más ilusiones. Que diciembre recién comienza y hay que disfrutarlo a pleno. Con amigos, con familia, con recuerdos, con vecinos y si estamos solos, buscando con quién compartir lo mucho o poco que tengamos para compartir.

 

Emilio R. Moya

Oscar Tarrío

Director Periodístico Chefs 4 Estaciones en Chefs 4 Estaciones / Ex Editorial Diario La Capital

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