LA TRISTE AGONÍA DEL CHORIPÁN ARGENTINO

LA TRISTE AGONÍA DEL CHORIPÁN ARGENTINO

 

 

Buenos días estimados lectores. Como Roma, un día el choripán, un humilde habitante de las parrillas, que no podía compararse ni en poderío ni en tradición con las carnes argentinas, salió a conquistar el país.

Avanzando desde la costanera norte y la costanera sur de la ciudad de Buenos Aires, sus legiones fueron conquistando cada rincón de la Argentina. Su arma fundamental: el carrito.

 

 

Legendario puesto ambulante en el que mediante el fuego del carbón, y el chisporroteo de su grasa al derretirse, se producía un humo aromático que invadía cada rincón, convocando a todo el mundo hacia sus parrillas.

 

 

Sus tentáculos se fueron extendiendo por todas partes: canchas de fútbol, hipódromos, fiestas patronales, religiosas, recitales y reuniones políticas. Allá donde se juntara un grupo de argentinos, allá iban sus legiones.

En cuestión de años cayeron, una por una, todas las ciudades y todas las provincias. Y se transformó en un verdadero símbolo de la Nación.

Pero igual que le ocurrió al Imperio Romano, su crecimiento desmedido y su prepotencia, fue la semilla que hizo posible su actual decadencia y, tal vez, su posible desaparición.

 

 

Comenzó a despertar la envidia de los países vecinos, luego de las provincias del interior, más tarde de los imperios de ultramar y por último perdió su esencia, al convertirse de puestos ambulantes en grandes y coquetos restaurantes a mediados de los años sesenta.

 

EL DOLOR DE YA NO SER

 

 

Hoy su presencia es prácticamente testimonial. Se reduce a las afueras de las canchas de fútbol, ya que las hamburguesas los expulsaron del interior. A la provincia de Córdoba, única provincia en la que no pierde frente a los sándwiches de milanesa, como en Tucumán.

 

 

Frente a los chorizos pelados y aplastados sobre una plancha, como en Santa Fe, frente a la bondiolita de cerdo y el vacío, como en todo el país. Si hasta se le anima ya el Morcipan y el Sandwich de Chinchulín.

 

 

Por no hablar de las hamburguesas, las hamburguesas gourmet, las hamburguesas veganas, los panchos, los superpanchos y hasta los familiares de suprema de pollo.

 

 

Duele ver a un campeón mundial, refugiado contra las cuerdas, recibiendo una fenomenal golpiza, mientras los únicos que lo solicitan regularmente dicen: please give me a choripán, con muchou shimishurry.

 

 

Cocido además sobre una parrilla a gas, en la misma costanera donde una vez fue el rey, porque ahora, está prohibido hacer fuego.

 

 

Ni siquiera en los asados familiares se lo sirve entero. Hace ya varios años, que si bien sigue abriendo los asados, su participación en el mejor de los casos, se reduce a la mitad de un chorizo. Y ya no todos los comensales, lo colocan en el medio de un pan o le ponen chimichurri.

Y además, no llega solo al plato. Al menos lo acompaña una rodaja de morcilla y hasta una rueda de chinchulín. No es que pretenda humillarlo más, pero mi obligación para con ustedes, estimados lectores, me obliga a decirlo.

 

 

Hasta viene en un nuevo formato, que es muy solicitado, pero absolutamente incompatible con el pan, porque es redondo. Y el nombre no le infunde temor, ni a un simple sándwich de miga de manteca y queso. Se llama “choricito bombón”.

 

 

RETROCEDIENDO EN EL TIEMPO

 

 

Aunque hoy están muy devaluados, frente a la irrupción de los food trucks, hace algunas décadas hicieron furor y es por eso que a pesar de su decadencia, vale la pena sumergirse en las costumbres porteñas y revisar los míticos Carritos de la Costanera.

 

 

Con Oscar vivimos las dos épocas. La de ir con nuestros viejos a comer a los todavía carritos, los famosos choripanes, siendo muy chiquitos. Cuando todavía corríamos en los autos del Chueco Fangio o del Aguilucho.

 

 

Y más tarde con nuestras familias, a los carritos-restaurantes, ya puestos de moda como hoy está Puerto Madero o Las Cañitas.

 

 

Eran los años en que llegaba el Negro a Buenos Aires con sus primeros dibujos para publicar.

 

 

Y que el flaco le escribía una canción a una muchacha que tenía sus ojos de papel.

 

 

A esos mismos carritos de la Costanera, lo llevaban a comer a un joven actor francés con su esposa, de visita por el país.

 

EN EL EXTREMO DERECHO E IZQUIERDO DE LA IMAGEN, VEMOS RESPECTIVAMENTE AL ACTOR FRANCÉS ALAIN DELON Y A SU ESPOSA NATHALIE, DURANTE UNA VISITA QUE REALIZARON A BUENOS AIRES EN 1964. ENTRE AMBOS SONRÍE LA FIRMATENSE VIVIANA ROSA DELLAVÉDOVA, POR ENTONCES GANADORA DEL CONCURSO DENOMINADO “MISS ARGENTINA”.

 

Y hasta el mismo Presidente de la Nación, se tomaba su tiempo para almorzar a la vuelta de un viaje al Uruguay.

 

 

Esta fila de restaurantes con sabor a nostalgia, se hallaba sobre la Costanera, una franja de tierra que bordea el Río de la Plata y que es cruzada por avenidas.

Precisamente sobre esta arteria, un puñado de locales de grandes dimensiones y amplia capacidad, fueron los cómplices de muchas historias de familias y amigos, de parejas y amantes.

Se preguntarán porque si se trataba de un conjunto de restaurantes se los llamaba “carritos”. Lo cierto es que esta historia comenzó cuando hace muchos años el paseo de la Costanera comenzó a cambiar y se instalaron algunos carritos con ruedas, que invitaban a saborear delicias locales, en especial el famoso asado argentino.

 

 

Allí prosperó el choripán y desde allí partieron sus legiones. Pero estos puestos fueron creciendo, y al cabo de unas décadas, dejaron sus ruedas para transformarse en importantes restaurantes que transformaron el lugar en un importante foco gastronómico de la ciudad.

Muchos de estos lugares se volvieron famosos. Incluso instalaron algunas costumbres muy propias, como Los Platitos, que invitaba a saborear deliciosos cortes de carne desde su mítica barra metálica.

 

 

Este fue quizá uno de los restaurantes más visitados debido a la calidad de sus productos y a la calidad de sus mozos, que se ocupaban de atender a los comensales. Cerró hace muy pocos años. Y también recibió a un Presidente electo.

Lamentablemente, la magia de aquellos carritos se perdió de la mano del crecimiento de otros focos gastronómicos como la zona de Palermo Viejo o Las Cañitas.

 

PERO EMPECEMOS POR EL PRINCIPIO

 

 

La zona portuaria de Buenos Aires, umbral de la pampa ganadera, recibió a miles de marineros e inmigrantes de todo el mundo, desde finales del siglo XIX hasta la segunda mitad del siglo XX.

 

 

Y para saciar el hambre con el que llegaban respondió como sabemos responder los argentinos, desde tiempos inmemoriales, cuando un kilogramo de sal equivalía a 40 kilogramos de carne vacuna. Es decir, colocando chapones en el suelo, prendiendo brasas y subiendo carne, achuras y chorizos sobre las parrillas.

 

 

Esos carritos parrilleros en la avenida Madero, fueron los primeros en plena ciudad y comenzó a popularizarse en la Costanera Sur el consumo de sándwiches de chorizo, o choripanes.

 

 

Más tarde los vendedores ambulantes se instalaron en la Costanera Norte. Se trasladaban en carritos tirados a caballo y de allí surgió su popular nombre, más tarde lo hicieron en triciclos y en remolques.

Según cuentan los memoriosos, los carritos modernos surgieron por una idea de un curioso personaje de la ciudad: el Polaco Andrés.

En 1953 o 1954 estacionaba nada menos que en Libertador y Bullrich, un camión Chevrolet del 28 que había carrozado con aluminio y ventanas que hacían de mostradores, desde  donde despachaba panchos y cerveza tirada.

Para 1955 se mudó a la Costanera, de Salguero hacia el Sur, ya como parrilla y tuvo casi una docena de imitadores como el famoso Negro el 11 o Los Palitos.

Con el tiempo los carritos tuvieron un impacto importante y muchos vieron la posibilidad de hacer de esta zona un foco gastronómico para la Costanera.

Fue así como muchos restaurantes de renombre asentaron sucursales aquí, pudiendo disfrutar de parrillas, comidas internacionales, restaurantes de jerarquía, comida española y comidas al paso que conservaron el nombre primitivo de carritos de la Costanera.

Y así comenzó la triste agonía del choripán argentino. Pero nació su leyenda. Y la de los viejos carritos, a los que durante los años del exilio del General, los llamaron con añoranza: el restaurante peronista.

 

LA CAÍDA DEL IMPERIO

 

 

Los primeros en aprovecharse, de esta circunstancial debilidad, fueron nuestros hermanos del otro lado del Río de la Plata y arremetieron con sus Chivitos, sus Chotos y sus Pamplonas.

 

 

Tucumán empezó la rebelión de las provincias sacando a patadas al choripán, con su Sanguche de Milanesa, escultura incluída. Y la seguimos los rosarinos con el Bife de Chorizo, bautizado comercialmente como “Chorigol”.

 

 

 

Mc Donalds y Burguer King, desembarcaron con todo su poderío y encima se sumaron poderosas marcas nacionales, como Mostaza.

 

 

Desde la costa Atlántica y Carlos Paz, salió a la cancha el Súper Pancho, una salchicha gigante y larga con mil salsas, y papas paille por encima.

 

 

Y encima como decíamos antes, aparecieron los especialistas médicos, los nutricionistas, los veganos, los vegetarianos, los frugívoros, los flexitarianos y los hipertensos, para sacarlo de sus dietas.

 

HIMNO CORDOBÉS AL CHORIPÁN POR ULISES BUENO Y EL NEGRO ÁLVAREZ

 

Solo Córdoba sigue firme hasta la fecha con su Fiesta Nacional del Choripán y su defensa de las costumbres ancestrales de la Pampa Gringa.

 

¿QUIÉN DIJO QUE TODO ESTÁ PERDIDO? 

 

 

Existe un viejo refrán que señala con exactitud que nadie es profeta en su Tierra. Y en esto me baso para pronosticar, que lejos de extinguirse, al choripán le aguarda un futuro venturoso.

Su nombre se halla ligado de forma inseparable al chimichurri. Su prestigio allende nuestras fronteras se agiganta cada día.

 

 

No existe turista que pase por la Argentina, que se vaya sin antes haber comido un choripán con chimichurri, casi como si se tratara de una ceremonia iniciática.

Cómo la peregrinación a los Misterios de  Eleusis o al Oráculo de Delfos para los antiguos griegos. Como la misa en la Plaza de San Marcos para los que visitan Roma y el Vaticano.

 

 

Así que si bien, el choripán carece de la menor chance de recuperar su lugar en la mesa de los argentinos, al menos tiene un brillante futuro, como embajador en el mundo de la Marca País Argentina.

 

Emilio R. Moya

 

Fuentes: citadas y enlazadas en la nota

 

 

Oscar Tarrío

Director Periodístico Chefs 4 Estaciones en Chefs 4 Estaciones / Ex Editorial Diario La Capital

NODO norte

Un suplemento del Diario La Capital

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