LA LEYENDA DEL GAUCHO ARGENTINO

 

LA LEYENDA DEL GAUCHO ARGENTINO

 

 

Buenos días estimados lectores. Estamos a pocos días de celebrar en Argentina, el Día de la Tradición, en homenaje al nacimiento de José Hernández, el 10 de noviembre de 1834.

 

 

Autor de “El Gaucho Martín Fierro”, obra cumbre de la literatura argentina, José Hernández es una de las figuras más representativas de nuestra cultura nacional, porque a través de su escritura supo inmortalizar la vida del gaucho, sus costumbres, lenguaje y experiencias.

 

 

Y así legarnos una historia, que ha atravesado dos siglos, y entrado al tercero. De la misma forma que la Ilíada, se constituyó en patrimonio común de todos los griegos, las peripecias del gaucho Martín Fierro, se han trasmitido de generación en generación.

 

 

Los días del gaucho se deslizaron entre la soledad de la pampa, y el esplendor del campo, entre la paz de los desiertos, y la guerra con los malones de las fronteras aún difusas de la patria, entre el ganado chúcaro, los fortines y el viento.

El nombre gaucho proviene del árabe “uach” que significa montaraz,  indómito, solitario, arreador de animales.

 

 

Los árabes, al instalarse en España, introdujeron esa palabra y, los españoles la trajeron al Río de la Plata, cuando colonizaron las tierras. Se supone que los indígenas al pronunciar la primera sílaba, la deformaron hasta formar la palabra gaucho o guacho.

 

 

En las pampas, los compañeros inseparables del gaucho fueron los caballos. Según el relato de los viajeros, éstos andaban alzados y sin dueño.

 

 

Esta abundancia le daba al gaucho la posibilidad de tomar los caballos cimarrones. Desde su caballo, el gaucho revoleaba las bolas o lazos de cuerda de cuero con una argolla escurridiza en la punta, logrando así tirar al cimarrón, que quedaba preso por el cuello. Luego, era domado.

 

¿CÓMO ERAN LOS GAUCHOS?

 

 

El gaucho era un ser eminentemente libre, que tenía  en la pampa, y a su alcance, todo lo que necesitaba para su bienestar.

 

 

De ahí, la persecución de las autoridades, hacia estos pobladores de la Tierra, que no encajaban en el esquema de los sectores sociales que estaban concibiendo un país en el que la propiedad privada, la producción de materias primas y la incorporación al mercado mundial, serían el eje que marcaría su derrotero.

 

¿CÓMO SE VESTÍAN LOS GAUCHOS?

 

 

El gaucho usaba sombrero, y debajo de él, tenía un pañuelo que le sujetaba la cabeza. Tenía camisa y chaqueta y lucía pañuelo de seda al cuello de colores vivos. El cuello de la camisa siempre prendido. El chaleco muy abierto, prendido muy abajo, con tres botones esféricos brillantes, y el género de cretona.

 

 

El chiripá era un paño, negro o azul, ribeteado con cinta. El calzoncillo, cribo ancho y fleco angostito, pero muy nutrido de hilos, lo que lo hacía gordo.

 

 

Sus armas eran el puñal que sujetaba una faja de atar el chiripá, que era de lana inglesa. La bota era de potro o yegua descarnada. Llevaba espuelas grandes y los más afortunados en el juego, la usaban de plata.

 

 

El rebenque, generalmente de mango corto con birolas, pero con zotera larga y ancha. Era común el uso del poncho muy bien doblado, sobre la cabezada del recado por delante.

 

¿CÓMO SE VESTÍAN LAS PAISANAS? 

 

 

Las mujeres, se vestían con camisas de algodón, enaguas de bayeta o picote azul, que dejaban descubiertos los brazos y el cuello.

 

 

Cuando salían a caballo usaban chales de bayeta de color vivo, y sombreros masculinos de paja o lana. Se sentaban de costado en el caballo y eran tan buenos jinetes como los hombres.

 

¿DÓNDE SE REUNÍAN LOS GAUCHOS?

 

Un Domingo con aires de pueblo y pulpería: Mercedes (BA) / VERO PALAZZO

 

El gaucho se reunía con sus paisanos en las pulperías, donde podía tomar unas copitas de caña, comprar cigarros, sal y pan de la ciudad. Allí, se enteraba de las novedades, se armaban rondas de canto acompañados de la música de la guitarra, juegos de naipes.

 

 

En las pulperías, no faltaba el gaucho cantor, que se dedicaba a cantar  las aventuras y leyendas de los héroes de la pampa perseguidos por la justicia, o los llantos de la viuda a quien en un malón indígena, le habían quitado a sus hijos.

 

 

El pulpero, algunas veces, organizaba carreras de caballos o riñas de gallo, entre otros. También, bailes debajo del alero de paja de la pulpería, en los que participaban las mozas y los gauchos de la zona. El gato y los cielitos eran las danzas más comunes.

 

¿CUÁLES ERAN LAS ACTIVIDADES DE LOS GAUCHOS?

 

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Algunos gauchos se desempeñaban en las actividades del matadero, el saladero y posteriormente, la estancia.

 

 

Los peones se dedicaban a montar a caballo con el lazo, entrar en el corral, enlazar, a sacar al animal fuera del corral y junto a otros peones, a fuerza de golpes, los hacían avanzar hasta llevarlos al sitio donde serían ejecutados.

Luego de derribarlos, los desangraban; luego, los desollaban y carneaban. Los cueros eran puestos en la tierra y cubiertos con sal hasta que estuvieran curados.

 

 

Algunos gauchos estampaban a fuego la marca de los dueños del ganado. Otros, que conocían palmo a palmo las llanuras, bosques y montañas se transformaban en baquianos.

 

 

El baquiano se orientaba por la posición de las estrellas, por ciertos charcos de agua o por otros signos que pasaban inadvertidos para el común de la gente. Por momentos, se agachaba y poniendo su oreja en la tierra advertía el avance de los malones u otros peligros.

 

 

En general, el baquiano acompañaba a los gauchos troperos, grupo de hombres que se dedicaban al transporte de mercaderías y de ganado por ámbitos indómitos. Los troperos pasaban días y días, hasta llegar al lugar de destino, debiendo enfrentar todo tipo de dificultades: el ataque de los malones indígenas, el cuatrerismo, las malas condiciones climáticas.

 

 

El pintor Emeric Essex Vidal, sintetizó la cosmovisión del gaucho desde su concepción europea –compartida por los sectores dominantes que se desarrollaban en el país:

“Como están acostumbrados a hacer constantemente lo que quieren, nunca conciben cariño alguno ni a la tierra ni a sus patrones: no importa cuánto paguen, ni cómo los traten, los abandonan en cualquier momento que se les meta en la cabeza, la mayor parte de las veces, sin despedirse siquiera o diciéndoles, simplemente: “Me voy, porque ya he estado con usted bastante tiempo”.

 

¿QUÉ COMÍAN LOS GAUCHOS?

 

 

La dieta de nuestros hombres de campo, siempre fue a base de carne. Su vida errante y en permanente búsqueda de la caza de animales tanto yeguarizos como vacunos, hacía poco menos que imposible pensar en una huerta o quinta que le proveyera verduras y hortalizas.

 

 

Fácil era, para cualquier gaucho, teniendo hambre hacerse de una vaca para saciar su apetito, muestra cabal de esto es esta décima anónima fechada en 1778:

“Las Volas”, cuchillo y lazo, en este país infiero, que mucho más que el dinero, para comer, son el caso, pues cualquiera que de paso, se le antoxa alguna res, la bolea por los pies, el lazo le arroxa al cuello, entra el cuchillo a degüello, y se la come después.”

 

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El Mate, infusión que lo acompañó durante toda su vida, aún hoy siguen estando al lado del hombre de campo… y de la ciudad.

 

 

En la época de las vaquerías, cuando lo importante por su precio era el cuero del animal vacuno que se cazaba, el desperdicio de la carne era realmente un despropósito que horrorizaba a los europeos. Un español, de viaje por nuestra tierra, escribió lo siguiente:

 

 

 

 “No comen terneros y no beben, hasta después de las comidas. Los alrededores de sus casas están siempre cubiertos de huesos y cadáveres de vacas, que se pudren y apestan; pues estos hombres no comen más que el solomillo, la pierna y la carne que recubre el vientre y el estómago, a la que le llaman matahambre, y tiran todo lo demás.”

Al no existir frío, para la conservación de la carne, esta se cortaba en trozos, se secaba y se salaba, como método de conservación.

 

 

El salado se hacía de dos formas, el tasajo, que era en trozos y el charqui o sesina, que eran tiras del grueso de un dedo que se colgaban para secar al sol y luego se ponían en barricas o toneles, alternando capas de sal con las de carne.

 

EL ÚLTIMO GAUCHO PAYADOR

 

 

Las canciones y poemas de Don José Larralde, último testigo vivo, con el talento para narrar las vivencias de aquellos centauros de la Pampa, son un fiel reflejo de la filosofía de vida de los gauchos.

Para cerrar esta nota, elegimos tres videos, de la tercera parte de su obra, Herencia pa un hijo gaucho.

 

 

 

 

 

 

Emilio R. Moya

 

 

Fuentes: citadas y enlazadas en la nota

 

 

Oscar Tarrío

Director Periodístico Chefs 4 Estaciones en Chefs 4 Estaciones / Ex Editorial Diario La Capital

NODO norte

Un suplemento del Diario La Capital

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