LA DIETA DE LOS JUBILADOS

 

LA DIETA DE LOS JUBILADOS

 

 

Buenos días estimados lectores. Perdón por interrumpirlos en mitad de la semana con un editorial. Pero el domingo caerá en el medio de un fin de semana largo, y quién sabe dónde estarán ustedes.

 

 

Como la realidad no se toma descanso, y a falta de pan lo mejor es el circo, para los que mandan. Y pior, pa los que obedecemos, no quiero dejar pasar tanto tiempo sin hablar de nuestros viejos.

 

 

Hace 27 años Joan Manuel Serrat presentó su álbum Bienaventurados. No sé si ustedes, ambles lectores lo recuerdan, pero yo lo recuerdo como si fuera hoy. Y recuerdo la emoción que me produjo ese día.

La versión que van a ver y oír, corresponde a su presentación en la ciudad de México, en 1987.

 

 

Era un Serrat infinitamente más joven, al igual que yo. Y seguramente que muchos de ustedes. Lamentablemente las cosas no solo han cambiado para mejor, sino que han empeorado. Por si no entendieron alguna parte de la letra, aquí está para cerrar mi introducción.

“Si se llevasen el miedo. Y nos dejasen lo bailado, para enfrentar el presente. Si se llegase entrenado, y con ánimos suficientes. Y después de darlo todo, en justa correspondencia todo estuviese pagado. Y el carné de jubilado, abriese todas las puertas.

Quizá, llegar a viejo, sería más llevadero, más confortable, más duradero Si el ayer no se olvidase tan a prisa. Si tuviesen más cuidado en dónde pisan. Si se viviese entre amigos, que, al menos de vez en cuando, pasasen una pelota.

Si el cansancio y la derrota, no supiesen tan amargo. Si fuesen poniendo luces, en el camino, a medida, que el corazón se acobarda. Y los ángeles de la guarda, diesen señales de vida.

Quizá, llegar a viejo, sería más razonable, más apacible, más transitable. Ay, si la veteranía fuese un grado. Si no se llegase huérfano a ese trago. Si tuviese más ventajas. Y menos inconvenientes.

Si el alma se apasionase, el cuerpo se alborotase, y las piernas respondiesen. Y del pedazo de cielo, reservado para cuando, toca entregar el equipo. Repartiesen anticipos, a los más necesitados.

Quizá, llegar a viejo, sería todo un progreso, un buen remate, un final con besos. En lugar de arrinconarlos en la historia. Convertidos en fantasmas con memoria.

Si no estuviese tan oscuro, a la vuelta de la esquina. O simplemente si todos, entendiésemos que todos, llevamos un viejo encima”. (*)

(*) Joan Manuel Serrat

 

DIME CÓMO TRATAS A TUS ANCIANOS Y TE DIRÉ QUIÉN ERES

 

En octubre de 2004 trece abuelas indígenas se reunieron cerca de Nueva York en respuesta a las señales que indicaban que había llegado el momento anunciado en antiguas profecías comunes a todos sus pueblos.

 

Las mejores sociedades humanas no son las más avanzadas. Ni las más ricas o poderosas. Son las que mejor tratan a sus niños, a sus enfermos y a sus ancianos. Y por mejor debemos entender, en relación al resto de la comunidad.

 

 

Así que puede tratarse de una comunidad tribal perdida en el medio de una selva insular o de una sociedad altamente desarrollada. Lo único que importa, es el tratamiento que se tenga para con los miembros más indefensos de la comunidad.

 

 

Los ancianos en la antigüedad, eran respetados y reverenciados. Se les consultaba cada decisión de importancia y eran los depositarios de las tradiciones. Sobre todo la forma de cocinar y las recetas para conservar y elaborar los alimentos.

 

 

Todo ese orden fue cambiando, y ese cambio se precipitó con la llegada de la era industrial. Hasta transformarlos en un engranaje más, de la maquinaria productiva. Que los descartaba cuando dejaban de ser productivos.

 

LA CONQUISTA DE LA JUBILACIÓN

 

 

Como gran solución para remediar esta injusticia, surgió en el siglo XX, y luego de alguna que otra lucha, un poderoso fármaco: la jubilación universal. Que luego de treinta o cuarenta años de aportes a una Caja del Estado, garantizaría a los trabajadores, una vejez digna y sin sobresaltos.

 

 

¡Minga de vejez digna! Y mucho menos de “sin sobresaltos”. Debieran haber dicho: una vejez indigna y a los saltos. La cuestión es que los fondos de las Cajas de los Jubilados, se los fueron apropiando los sucesivos gobiernos, las pirámides de población se fueron invirtiendo y la inflación hizo el resto. Conclusión: hoy la mayoría de los jubilados no cubren con su ingreso ni siquiera las necesidades alimentarias básicas. Ni siquiera llegan a la línea de pobreza.

 

QUÉ TIENEN QUE COMER NUESTROS ABUELOS

 

 

Hace unos años, Mayte Rius publicó un brillante artículo en La Vanguardia de Barcelona, titulado La dieta a partir de los 70 años. En él entrevistó a reconocidos especialistas de la Fundación Española de Nutrición y la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología. En el apoyo algunos de mis puntos de vista.

 

 

Ocho de cada diez personas mayores consumen fármacos y una de cada tres toma cuatro o más. La ingesta de medicamentos afecta a su dieta, porque compiten con los nutrientes de los alimentos para ser absorbidos a su paso por el sistema gastrointestinal.

Muchos medicamentos diuréticos, antidepresivos y sedantes que se recetan a personas mayores reducen el apetito y contribuyen a la denominada anorexia del anciano.

Otros alteran el gusto y provocan que se rechacen los alimentos, entre ellos algunos tan habituales como el ibuprofeno, los antibióticos o el ácido acetil salicílico de las aspirinas.

Hasta ahí el cuadro de situación. Ahora vamos a los bifes. Un abuelo no puede comer los mismos alimentos que una persona joven.

Así que si tiene una jubilación de hambre, seguro que va a pasar hambre, si no tiene ayuda de su familia. Porque además su dieta requiere muchas cosas que son más caras, que las que requieren los jóvenes. Y eso sin contar los medicamentos, que presuponemos que los recibe en tiempo y forma.

¿O no es así? Al menos es lo que sale por televisión. O lo que dicen los diarios. O los avisos que se escuchan en las radios. ¿Alguno de ustedes tiene un jubilado en la familia? Sí no es así, por favor avíseme, que corrijo lo de los medicamentos.

 

LA DIETA DE LOS ANCIANOS

 

 

Ninguna persona mayor de 70 años es igual a otra, pues cada una llega a esa edad con un estado de salud, una medicación y un estilo de vida diferentes.

 

 

Pero la edad trae cambios. Se pierden piezas dentales y se reduce la salivación, lo que dificulta algo básico como masticar bien los alimentos. Se debilitan los sentidos y al tener menos gusto y olfato se reduce el interés por la comida. El estómago se vacía más despacio y eso adelanta la sensación de saciedad. Se pierde masa muscular y celular y el organismo demanda menos energía.

 

Esto lo puedo comer un jubilado japonés o noruego, y come como Dios manda

 

A menudo se vive solo y no se tienen tantos recursos o ánimo para ir a hacer las compras o cocinar. Se toman analgésicos o antiinflamatorios que merman el apetito o dificultan la absorción de nutrientes.

El resultado, es que con el envejecimiento se triplica el riesgo de no estar bien alimentado. Y si a eso le sumamos la falta de dinero y la inflación. ¿Cómo pinta el horizonte?

 

LA DIETA DE A VERGÜENZA

 

 

La comida de los jubilados no puede llegar en bolsones. No se puede basar en harinas, en aceite, en azúcar, en fideos, en galletitas o en salsas. Los ancianos deben comer más proteínas, más frutas y más verduras. No se pueden llenar con polenta, o con puchero de falda.

 

Así deberían comer nuestros abuelos, todos los días

 

Ni con un mate con facturas y a la cama. O una sopa de arroz en invierno. Eso y pegarles un tiro en la nuca, es casi lo mismo. Nada más que sin sangre y con disimulo. Si haber trabajado toda una vida, no les da derecho en esta sociedad, a una vejez digna, tenemos que darnos cuenta que los que no somos dignos, somos nosotros.

Yo ya no tengo abuelos, ni tampoco padres. Soy huérfano. Pero no he llegado todavía a ser un anciano, aunque me falta cada vez menos. Pero voy a llegar, igual que cada uno de ustedes, queridos lectores, aunque tengan hoy quince años. Y el tiempo que me quede, como hace 27 años, me seguiré emocionando. Y seguiré teniendo claro quiénes están en la vereda de enfrente.

Porque como alguna vez, también me advirtió el Nano, entre esos tipos y yo, hay algo personal.

 

 

 

Emilio R. Moya

 

 

Oscar Tarrío

Director Periodístico Chefs 4 Estaciones en Chefs 4 Estaciones / Ex Editorial Diario La Capital

NODO norte

Un suplemento del Diario La Capital

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