HISTORIA DE DOS CIUDADES

 

HISTORIA DE DOS CIUDADES

 

 

Buenos días estimados lectores. El 9 de junio de 1870 moría en Inglaterra, Charlens Dickens. El 11 de junio de 1580 fundaba por segunda vez Buenos Aires, Juan de Garay.

 

 

La apertura de la novele de Dickens, tal vez el mejor inicio de novela de la Historia de la Literatura Universal, se publicó primero en capítulos en su revista All theYear Round, en 31 entregas semanales entre el 30 de abril y el 26 de noviembre de 1859. Y comenzaba así.

“Eran los mejores tiempos, eran los peores tiempos, era el siglo de la locura, era el siglo de la razón, era la edad de la fe, era la edad de la incredulidad, era la época de la luz, era la época de las tinieblas, era la primavera de la esperanza, era el invierno de la desesperación, lo teníamos todo, no teníamos nada, íbamos directos al Cielo, íbamos de cabeza al Infierno: era, en una palabra, un siglo tan diferente del nuestro que, en opinión de nuestras más notables autoridades, solo se puede hablar de él en superlativo, tanto para bien como para mal”.

 

 

Las dos ciudades en cuestión eran París y Londres en tiempos de la Revolución Francesa. Pero no es el tema de nuestra nota. Nuestras dos ciudades son Buenos Aires y Rosario. Y la compleja relación que las vincula gastronómicamente.

 

 

Porque nuestras dos ciudades, tienen muchas cosas en común y muchas diferencias. Igual que París y Londres en tiempos de la Revolución Francesa.

 

 

Ambas son ciudades portuarias, multiculturales, con un crecimiento exponencial desde el extranjero, en la gran inmigración de masas entre 1880 y 1918 y desde la Argentina Profunda, a partir de los años cincuenta.

 

 

Ambas aman la buena comida, el salir por las noches, las veredas, los bodegones, el asado, la pizza y son las dos ciudades que más nos leen en el mundo, lógicamente Buenos Aires es la primera.

 

 

Y sobre todo los rosarinos vamos mucho a comer a Buenos Aires y los porteños vienen mucho a comer a Rosario. En un fenómeno que cada vez se multiplica más en los fines de semana largos.

 

LO QUE NOS UNE Y LO QUE NOS SEPARA

 

 

Alguna vez el inolvidable Negro Fontanarrosa, nos dijo que Rosario era el barrio más alejado de Buenos Aires, al que la gente del centro tenía el privilegio de poder llegar en avión.

Genialidades al margen, hay cosas en común entre Rosario y Buenos Aires. Ambas ciudades son las más importantes de sus provincias, pero no son la capital de las mismas.

Las burocracias provinciales residen en La Plata y en Santa Fe. Pero Buenos Aires lo pudo resolver, convirtiéndose en Capital Federal primero, y más tarde en Ciudad Autónoma, con status de Provincia.

 

 

A Buenos Aires la fundaron dos veces, a Rosario ninguna. No tenemos ni el cuadro de Pedro de Mendoza, ni el de Juan de Garay. No tenemos un fundador.

Tampoco tenemos tonada, ni los rosarinos ni los porteños. A diferencia de mendocinos, sanjuaninos, riojanos, salteños, correntinos, misioneros y sobre todo los reyes de la tonada, los ciudadanos de la provincia de Córdoba.

Pero hay algo que nos separa definitivamente y que tiene consecuencias en lo gastronómico, y no se trata de un tema menor.

 

 

Salvo que se trate de un crucero que vaya a la Antártida y Tierra del Fuego, un vuelo chárter de esquiadores que se dirija a Bariloche, o una excursión para enófilos que parta directamente hacia las Bodegas Mendocinas de cualquier lugar del mundo, todo el turismo internacional que viene a la Argentina, pasa por Buenos Aires.

 

 

En cambio el turismo internacional que llega a Rosario, generalmente está compuesto por gente joven, que la mayor parte de las veces se hospeda en hostels u hoteles de tres estrellas, universitarios o deportistas y amantes de las caminatas y las bicicletas. O profesionales, especialistas y gente de la cultura, que asiste a congresos y convenciones, por dos o tres días.

Esta diferencia hace que si bien ambas ciudades tengan un gran caudal de turismo receptivo local, el turismo receptivo internacional sea diametralmente opuesto. Lo que ha permitido el desarrollo de un tipo de restaurante en la Capital Federal, que es inviable en Rosario.

 

UN CAMINO DE IDA Y VUELTA

 

 

La llamada Ruta 9, Autopista Panamericana o Autopista Rosario-Buenos Aires, no sólo es una de las más transitadas por los camiones que van y vienen con mercancías, sino también una ruta para las experiencias gastronómicas.

 

 

Mezclados entre ellos, como hormiguitas, cada día en ambas direcciones circulan autos particulares que en poco más de dos horas hacen el trayecto entre las dos ciudades, para hacer trámites, negocios o simplemente para almorzar o cenar.

 

 

Y los fines de semana largos, con la autopista a su merced, rosarinos y porteños, se cruzan en un largo peregrinaje de ida y vuelta, para pasar dos o tres días en la ciudad vecina.

Ambos buscan algo que no tienen, sino se quedarían en sus ciudades, y no es tan sencillo de desentrañar, por lo que a partir de ahora, entramos en el terreno de las hipótesis, y no de las certezas.

 

PRIMERA HIPÓTESIS: ROSARINOS EN BUENOS AIRES

 

 

Hemos señalado más de una vez, que salvo en contadas excepciones, en Rosario no hay chefs. No hay chefs, porque no hay brigadas de cocina. Sin una brigada de cocina a la que tener al mando, no puede haber un chef.

 

 

Y la estructura de costos de un restaurante en Rosario hoy, no permite mantener una brigada mínima. Por eso en Rosario tenemos probablemente los mejores Bodegones del país. Y Parrillas que compiten de igual a igual con las de Buenos Aires.

 

 

¿Qué busca un rosarino en Buenos Aires? Busca un restaurante. Como alguna vez los tuvo y ya no los tiene.

 

 

 

 

Con un Chef al frente y una brigada que prepare panes caseros, pastelería casera, con un sommelier, con salsas originales, con platos flambeados en la mesa por un mâitre. Y una carta de vinos acorde a los platos del menú.

 

HIPÓTESIS II: PORTEÑOS EN ROSARIO

 

 

El porteño viene a Rosario en busca de una experiencia diferente. Y Rosario se la ofrece. Comer al lado del Río  un buen pescado fresco. Estacionar el auto en la puerta de una Parrilla. Y una historia detrás del lugar donde se sienta.

 

 

 

 

Recorrer los Bodegones Rosarinos para un porteño, es como viajar a la infancia, aunque los Bodegones de Buenos Aires siguen siendo iguales, en general, a lo que eran.

 

 

 

 

 

La fórmula es sencilla: bueno, fresco, casero, abundante y barato. Pero en cuanto a barato, ya no son lo que eran, cuando ellos eran niños.

Y en Rosario los precios en nuestros mejores Bodegones son dos o tres veces menores a los de Buenos Aires. Con la misma calidad. E inclusive mejor en muchos casos.

 

 

 

 

A diferencia de los Pseudo-Restaurantes de pretendidos y autodenominados Chefs, que cobran por sus pretenciosos y mal concebidos tasting menus, pesimamente maridados, y mal concebidos en sus pasos, lo mismo que Germán Martitegui, pero sin la Brigada de Cocina, sin las copas, sin la decoración, sin la experiencia y sin los productos del reconocido Chef.

 

 

Así que los porteños, que saben de restaurantes, lo que nosotros sabíamos en una época no tan lejana, y vienen por experiencias, jamás muerden ese anzuelo.

 

 

Prefieren caminar por el Parque Independencia o por el Monumento a la Bandera y después ir para el lado del Río, o a la zona de Pichincha, para escuchar historias del Negro Olmedo. O desayunar en El Cairo, para recordar a Fontanarrosa.

 

 

Eligen sentarse en las barrancas o en la arena a mirar el río y ver pasar los veleros o los camalotes. Y después hacer unos pocos pasos hasta una parrillita amigable o bajar a un club de pesca y vivir algo, que ya no puede vivir en la orbe.

 

 

 

Emilio R. Moya

 

Fuentes: la Fuente del Monumento a la Bandera con las esculturas de Lola Mora y La Fuente de Las Nereidas de Lola Mora en la Costanera Sur

 

Oscar Tarrío

Director Periodístico Chefs 4 Estaciones en Chefs 4 Estaciones / Ex Editorial Diario La Capital

2 Comentarios
  1. Gran articulo con la calidad de siempre. Si hasta me tienta ir a dar una vuelta hasta que releo un triptico que escribi en mi ultimo viaje a BA, miro a mi alrededor y me digo: que bien estas aca, acordate porque te fuiste…
    Te voy a pasar una copia Oscar solo para tus ojos.
    Nos vemos, amigo
    Felix

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