EL APERITIVO DEL PUEBLO

AUTÉNTICAMENTE ROSARINO

 

 

Después de encargarme de hacer algunos “amigos” entre mis colegas a raíz de la polémica por las publicaciones acerca de los rankings de Taste Atlas, tuve tiempo para revisar la lista de los licores de hierbas y, con gran satisfacción, descubrí que ya ocupa el lugar que se merece, junto a la Fernet Branca de Milano, el Suze de Francia, el Amaro Braulio de Bormio, el Bálsamo Negro de Riga, el Palo de Mallorca o la Tentura de Grecia, nuestro bien amado Amargo Obrero.

 

 

Beber Amargo Obrero, es beber el gusto de la historia, el sabor de luchas de trabajadores y trabajadoras del siglo diecinueve. Es una bebida auténticamente nacional, representativa, casi medicinal, aunque se hizo popular como aperitivo.  Fue elaborada por los distribuidores de lícores Pedro Calatroni y Hércules Antonio Tacconi en la ciudad de Rosario, Santa Fe, en el año 1888, con una mezcla de hierbas aromáticas. Los ítaloargentinos pensaron que la vida rosarina estaba marcada por la industrialización y sus clases sociales, y crearon una bebida como reacción a las bebidas dulces que bebían las clases burguesas.

 

LA FICHA TÉCNICA DE TASTE ATLAS

 

 

LICOR DE HIERBAS AMARGO OBRERO

Amargo Obrero es un amargo de color marrón oscuro que se caracteriza por su sabor herbal, casi a regaliz. Inicialmente fue creado en 1887 como respuesta a las bebidas dulces de las clases altas, y desde entonces se le conoce como el aperitivo del pueblo argentino y una bebida de la clase trabajadora.

Aunque se puede disfrutar solo, Amargo se usa típicamente en bebidas mezcladas, y aunque el estándar es combinarlo con tónico, otras sugerencias incluyen jugo de toronja, coca cola o agua con gas. La bebida se embotella al 19,9% ABV.

ROSARIO, Argentina

 

LA HISTORIA DE AMARGO OBRERO

 

 

En aquella Rosario denominada la «Chicago Argentina» o la “Barcelona Argentina”, por el movimiento obrero a finales del siglo XIX,  saturada de buques, de silos y de hombres que llegaban hasta aquí a “hacerse la América”, los italianos traían en su memoria (y algunos hasta en sus valijas) el recuerdo de una bebida hecha de hierbas y con muy poco alcohol, el famoso “amaro” (amargo). En ese contexto, Calatroni y Tacconi, se encontraron un día en Rosario, uno era empresario y el otro, contador. Decidieron unirse para elaborar una bebida dirigida especialmente a los varones trabajadores que pululaban por la ciudad. Y establecieron  que, para contraste con las bebidas dulzonas que tomaba la burguesía, esta nueva bebida fuera amarga y contundente.

Para ello, mezclaron como prueba un centenar de hierbas traídas desde Córdoba y desde Entre Ríos (la carqueja, la muña muña, la manzanilla ), un poco de orozú –una especie de caramelo- y apenas 19% de alcohol, y resultó un aperitivo para tomar en el bar al salir del trabajo y antes de ir para casa. ¿Para mezclar con qué? Sólo con soda. ¿Qué más se necesitaba?

 

 

La asociación con el anarquismo de aquellos días era inevitable. Pero, además, las ilustraciones que acompañaban al nombre no dejaban dudas: una hoz, espigas de trigo, un puño en alto, un hombre trabajando en el campo, un sol naciente. Esa era una bebida para gente de trabajo que había llegado hasta aquí a cambiar su destino con su esfuerzo.

 

 

El Amargo Obrero automáticamente nos lleva a un recuerdo familiar, al barrio o al lugar de origen. Siempre, en un almuerzo o en una cena, estaba en la mesa. Nos recuerda al padre, al nonno o a algún vecino, en el bar o en el club tomando este aperitivo tradicional de la mesa argentina. Está caracterizado como una bebida que va de la mano de la lucha de clases. Dice el boca a boca que, a principios del siglo XX, la clase de mayor poder adquisitivo tomaba aperitivos dulces. Y es por ello que sus creadores quisieron hacer una bebida para las clases populares.

EL TESTIMONIO DE LOS DESCENDIENTES

Marcela y María Delia Tacconi, junto a Sergio Fernández Tacconi, nietos de don Hércules, recuerdan los momentos de gloria de la clásica bebida que no faltaba en los estantes de los bares con la barra de estaño; el vaso de Amargo Cortado con soda en las mesas de truco, tute o chinchón en los bares pueblerinos luego de una jornada de trabajo. La famosa etiqueta donde un brazo con el puño en alto sosteniendo una hoz y un puñado de espigas de trigo, el sol asomando, y a sus costados imágenes fabriles y un hombre labrando la tierra, describían un país de trabajo fecundo, Rosario como granero del mundo, estampado en la botella para todo el país. El negro sobre la palabra Amargo y el rojo sobre la palabra Obrero, mostraban de manera solapada los colores del anarquismo sindicalista. “La verdad es que nunca escuchamos a nuestro abuelo o a mi padre hablar  de anarquismo, los Tacconi fuimos y somos muy hinchas de Newell’s. Yo lo buscaría por ese lado”, se ríe Sergio Fernández Tacconi.

 

 

“Mi abuelo Hércules se recibió de contador e ingresó a trabajar en la fábrica que Calatroni tenía en Mendoza y Pueyrredón. Ahí hacían licores. Después se asoció, y finalmente, luego de su muerte, la viuda de Caltroni vende, en 1955, su parte a mi abuelo y la empresa pasa a llamarse Sociedad Anónima Tacconi & Cía”, relata Ana Elvira, quien junto a su hermana Marcela y a su primo Sergio fueron los últimos en trabajar hasta la venta definitiva a la empresa Bols, en 1987.

 

Con nostalgia reviven los días de su niñez, cuando iban a jugar a la fábrica del abuelo en calle Paraguay al 100. “Las mujeres íbamos a la administración y los varones a la fábrica. Nuestra abuela siempre impulsó para que la familia se sumara al trabajo y yo comencé desde abajo”, apunta Marcela, contadora al igual que su hermana. Los tres evocan “el olor riquísimo” de los toneles donde se maceraban los 45 tipos de hierbas que llegaban de Córdoba y Entre Ríos, sumado al extracto de oruzú (regaliz negro), un concentrado de pasta importado que se le agregaba junto a un caramelo que le daba color a la bebida. Ese mix, junto a los 19.9º de alcohol que tenía la bebida –la mitad que un ron, whisky o cognac– constituían el Amargo Obrero.

 

EL VASO DEL TRABAJADOR

 

 

La década del 50 será vital en el crecimiento del Amargo Obrero, tanto Hércules como su hijo del mismo nombre –al que todos conocían como Chiche y era el padre de Marcela y María Delia– vieron una oportunidad única: “Luego de una crisis vitivinícola en esos años, había faltante de vinos y la empresa decide hacer una fuerte apuesta publicitaria. Mi padre viaja a Buenos Aires e instala cartelería en Retiro, en el barrio de La Boca, en la Bombonera, en las zonas fabriles del Gran Buenos Aires. Cuando ni se conocía la palabra «merchandising», él lo hizo: Amargo Obrero se veía en almanaques, llaveros, auspiciando autos de carrera de turismo carretera. Fueron de los primeros en auspiciar un gol en las transmisiones de fútbol o radioteatros, o en hacer los famosos ceniceros de lata típicos de los bares. Recuerdo de chica, ir a los Carnavales del parque Independencia, y ahí había una carroza con una enorme botella de Amargo Obrero”.

 

 

Los integrantes de la familia Tacconi leyeron con molestia muchas imprecisiones en notas publicadas en medios porteños que instalaron el relanzamiento de la bebida: “En algún lado salió que Galtieri obligó al cambio de etiqueta por subversiva, y nada que ver”, se quejaron. “La etiqueta cambió a fines de los años 60, cuando la fábrica se mudó de calle Paraguay al 100 a Lavalle y Tucumán, donde hoy está MicroPack. Ahí se instaló maquinaria más moderna”, agrega Sergio quien a los 14 años “jugaba” en una pesadísima máquina Mercator de Olivetti, “que servía para facturar y sacar las fichas de cuenta de contabilidad”.

A comienzos de los 60 falleció don Hércules y su hijo Chiche suma “al tío Luis”, quien tenía una fábrica de vinagre. “Recuerdo que Luis andaba con la fórmula del Amargo Obrero en un papelito que llevaba en la billetera. Eran muy celosos con las proporciones, y cuando estábamos en calle Paraguay era todo más artesanal, más a pulmón. De hecho recuerdo a Antonia,  la encargada de lavar las botellas, trabajo que se hacía a mano. Igual que el etiquetado, que también lo hacían mujeres. Llegaron a trabajar unas 70 personas y era todo familiar, los empleados nos vieron crecer y nos fuimos sumando al trabajo”, dice con orgullo Marcela. “Nosotros le vendíamos a mayoristas y distribuidores, y los grandes almacenes al por mayor pasaron a ser supermercados, como ocurrió con Rosental, Boerio, Casinerio y Di Santo (de MicroPack), que hoy está donde estábamos nosotros”, rememoran. Y en esos tiempos, del mismo modo que una década les dio una oportunidad, otra se las fue quitando. En 1987 la familia Tacconi siguió un camino que se repetiría incluso hasta entrados los 90, con grandes pooles comprando empresas familiares. “En los 80 comienza la moda de las bebidas blancas. Y el Amargo Obrero, que era el que financiaba a los otros productos como los jugos, el Serrano y Americano Tacconi, empieza a vender menos. Además había impuestos internos que pagaban las bebidas con alcohol que elevaban los costos. Así es como asistimos a la venta de las empresas familiares como la nuestra, las grandes compran a las pequeñas”, recuerdan, si cabe, con amargura.

Ahora desde afuera, los Tacconi asisten al relazamiento del Amargo Obrero. Hace décadas que la bebida no tiene más que ver con Rosario: de hecho, recuerdan que tras el desprendimiento de 1987, se continuó fabricando en Lavalle y Urquiza sólo un par de años más: “Después se llevaron todo a Buenos Aires”. “El Amargo Obrero de ahora no es el mismo, es más dulzón”, aseguran los Tacconi, que creen que tampoco es casual: piensan que la campaña actual tiene que ver con salir a competirle al Fernet con Coca, que tanto se impuso en los jóvenes.

 

EL AMARGO OBRERO: PATRIMONIO DE LA CIUDAD

 

 

El decreto unánime del Consejo Deliberante de Rosario, de junio del 2017 declara al Amargo Obrero Patrimonio Cultural de la ciudad. El decreto dice que “esta bebida fue una reacción a las bebidas dulces que bebían las clases burguesas”. Y dice también que su creación es una alusión al sindicalismo anarquista, caracterizado por los colores rojo y negro de la etiqueta. “Luego en el tiempo fue adoptado por el peronismo, constituyéndose en un símbolo de ese partido político, que lo identificó como el aperitivo elaborado por y para la clase trabajadora argentina”.

Entre los tragos para hacer en casa, Amargo Obrero recomienda “El Che” que, decorado con una rodaja de limón en el vaso, lleva 50% de Amargo Obrero y 50% de gaseosa Cola. Otra receta es “Pico y Pomelo”, con 50% de Amargo Obrero y 50% de gaseosa Pomelo; decorándolo con rodajas de pomelo.

 

Emilio R. Moya

 

 

Fuentes: descubriendorosario.com.ar, rosario.italiani.it, eldiariodecarlospaz.com.ar, tasteatlas.com/herbal-liqueurs
Oscar Tarrío

Director Periodístico Chefs 4 Estaciones en Chefs 4 Estaciones / Ex Editorial Diario La Capital

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