DÉLICIEUX

UN FESTIN PARA GOURMETS Y CINÉFILOS

 

 

Buenos días amables lectores. Muy de vez en cuando la Vida nos regala algunos momentos en el que nuestras pasiones más nobles se entrelazan para disfrutar momentos sublimes. Y anoche fue uno de ellos para mí.

 

 

Gracias a un anónimo amigo chipriota, afecto a navegar en las profundidades de la web, pude acceder a una versión de alta calidad de una verdadera joya del séptimo arte dedicada al mundo de la gastronomía. De esas que el cine europeo nos regala cada tanto, como “La fiesta de Babette” o “Chocolat”. Lamentablemente para usted, amable lector, que con esto de la pandemia ha acostumbrado demasiado su deriére, a hacer juego con su sofá, debido a la irrupción de las grandes cadenas de streaming como NETFLIX, AMAZON o DISNEY, Éric Besnard, el Director de “Délicieux”, que es el nombre de este film, ha decidido no venderlo a ninguna cadena, ya que considera que la experiencia del cine es como la experiencia del restaurant: para ser compartida.

 

 

Es por ello, que sin caer en el más mínimo spoiler, trataré de contarles esta deliciosa historia, tan deliciosa como su nombre. Y de esta forma ver si lo entusiasmo un poco, para que haga el esfuerzo de dejar por unas horas su zona de confort, y logre volver al cine y a la hermosa costumbre de comentar la película con amigos y compartir una cena, después, en el restaurante que más les guste.

 

UNA PELÍCULA MULTIDIMENSIONAL

 

 

Tal como lo anticipa su título, este drama-comedia de época es sencillamente delicioso. Ubicándose en la Francia rural en 1789, poco antes de la Revolución Francesa, el director Éric Besnard ofrece un relato culinario con cierta reminiscencia a otros del género como lo fue la recordada película danesa La Fiesta de Babette (1987) de Gabriel Axel.

 

 

Y no podía faltar en Donostia dentro de la sección Culinary Zinema, donde ha despertado por igual, el interés de la crítica gastronómica y de la cinematográfica. Eric Besnard da un nuevo paso en su cine sensorial, después del ensayo que supuso ‘Pastel de pera con lavanda’ (2015), y que alcanza su máxima expresión artística con este film. Por ser una película de época, se decanta por un tono entre bucólico y pastoril, con una calidad pictórica en la fotografía de Jean-Marie Dreujou que tiende a la composición de bodegones.

 

 

Pero “Délicieux”, (2021) es ante todo un estudio histórico del nacimiento de la cocina moderna, que hace tres siglos ya ensalzaba el producto como se hace en la actualidad, el valor del producto de cercanía elaborado con mimo y respeto. Se presenta a Pierre Manceron, como un pionero de la cocina de autor, alguien que en el ambiente revolucionario de 1789 se suma a la abolición de las clases aristocráticas, sólo que poniendo el gusto refinado por la buena comida al alcance del pueblo.

 

 

Manceron (Grégory Gadebois) es despedido del palacio en cuyas cocinas sirve por preparar tubérculos, lo que provoca la ira del duque de Chamfort (Benjamin Lavernhe), al ver que sus amistades se indignan por tener que comer papas y trufa, que consideran un alimento para los cerdos.

 

 

Contrariado, el chef deja el oficio y se retira al campo, dónde luego de abandonar el oficio, recuperará su arte animado por la recién llegada Louise (Isabelle Carré), que quiere ser su aprendiza. Juntos montarán el primer restaurante, ubicado en una parada o casa de postas, como se estilaba entonces, pero con la diferencia de que no prepara comida práctica para seguir el viaje, sino platos gustosos a partir de una humilde materia prima.

 

 

EL PENSAMIENTO DE BESNARD

 

 

En la introducción de la película se informa que en el siglo XVIII la cocina era un privilegio del que gozaba la nobleza como medio de confrontación entre pares para demostrar su grandeza. En tanto, las posadas y las postas se encargaban de ofrecer platos simples a los pasajeros de paso, pero en general, era muy raro comer fuera de casa dado que el restaurante, todavía no había sido inventado. A partir de allí Eric Besnard comienza a construir su historia:

 

 

“Todo es real y todo es falso porque todo lo que se dice en la película sobre la gastronomía es cierto. Toda la evolución de la cocina y el hecho de que el restaurante se cree en aquella época. En cambio, la verdad histórica es que el primer restaurante se creó en París, pero yo no quería hacerlo allí porque sabía que no tendría el dinero para reproducir el ambiente de la ciudad en el siglo XVIII.

 

 

Tampoco quería hacer un biopic porque eran personas que no eran apasionantes, cada uno había tenido una pequeña idea porque hay motivos sociológicos y demás para crear un restaurante y el tercer motivo es que hablar de gastronomía es hablar de los productos y los productos son la tierra y la tierra es la provincia.

 

 

Y no había ninguna documentación sobre los primeros restaurantes en las provincias y eso me daba mucha libertad como guionista. Pero  también me interesaba la idea del restaurante como parada en la carretera.

 

 

Cuando era niño e íbamos en coche siempre nos preguntábamos dónde pararíamos para ir a comer. Era un lugar para la parada y me parecía una bonita metáfora que el lugar estuviera al borde de la carretera porque se trata de detenerse para dilatar el tiempo”.

 

 

“Manceron es una metáfora realizada junto al guionista Nicolas Boukhrief. Yo me he proyectado en este personaje. Lo elegí para que me permitiera hablar del siglo de las luces en Francia. Al principio no quería hacer una película sobre cocina, quería que fuese sobre el siglo de las luces y documentándome, leyendo libros sobre la Revolución francesa, me di cuenta que el primer restaurante nació en aquella época y entendí que esto también era una idea de las luces. Por lo tanto, quise crear un personaje que fuera víctima de su clase social, una especie de criado que solo reproduce, no crea, y al que han humillado y que se va a esconder en un agujero completamente ofendido por esta humillación y esperando que vengan a buscarle. Los otros personajes, entre ellos su hijo, son los que van a darle confianza, a subirle la autoestima. Y así es cómo el criado se convierte en ciudadano y el artesano en artista”.

 

 

“Louise también es fundamental. Es la segunda idea que aparece al escribir el guion. En el siglo XVIII no hay mujeres en las cocinas. Ninguna. Así que me interesó la idea de hacer que la primera mujer que entrara en la cocina saliera también en la película. Sobre todo esto me permitía tener un juego de máscaras de un personaje muy complicado y por el hecho precisamente de su origen social, ella sabe acoger, invitar. Entre todos los personajes tenían que aportar algo a los demás”.

 

 

“Los dos protagonistas tuvieron lecciones de cocina con el que fue mi asesor: Thierry Charrier, el chef del Quai D’Orsay -el Ministerio de Asuntos Exteriores-, que es el hombre que simboliza la cocina francesa para todos los diplomáticos del mundo. Los dos actores hicieron cursos de cocina en el Ministerio. Antes de la película, ninguno de los dos cocinaba en absoluto. Ella sigue sin cocinar pero él ha aprendido mucho”.

 

 

“Me encanta cocinar. No podría haber hecho una película así, si no me gustara. Creo que hay muchos puntos en común entre los restaurantes y el cine. Le podría decir muchas cosas al respecto pero hay una que olvidamos a menudo y es que es un lugar de conversación. El restaurante es un lugar donde se come, pero también se disfruta de compartir y de estar juntos. El cine es como una película de Woody Allen porque uno va al cine para hablar de la película al salir. Así que son dos lugares de gran racionalidad porque te hacen pensar, charlar y apelan a nuestros sentidos.  No tengo en mis planes que mi película se vea en streaming. De momento solo me interesa el cine. Creo que es una forma de vida decidir salir con alguien para ir al cine o a un restaurante. Todo esto son acciones cívicas, mientras que si uno se queda en su sofá viendo una película de Netflix se decanta más por el consumo que por el civismo”.

 

EL LADO FILOSÓFICO DE LA PELÍCULA

 

 

El Director no propone una película sobre la venganza, sino sobre la superación de la venganza o, como diría el escritor Baruch Spinoza, la superación de las pasiones tristes. Louise es la venganza, Pierre es la humillación. Y los dos están encerrados en pulsiones oscuras pero, cuando se encuentran, se inspiran confianza el uno al otro y vuelven a encontrar un sentido en la vida que sobrepasa esas pasiones tristes. “Uno de los temas recurrentes en mis películas es el hecho de que la confianza en uno mismo se puede encontrar en la mirada de otro. Rara vez ocurre que una persona encuentre la solución por sí sola”.

 

 

También reflexiona sobre la lucha de clases. “Es sobre un hombre de una clase inferior que nunca hubiera tenido la pretensión de crear un restaurante debido a su inhibición social. Pero gracias al apoyo de su hijo, que ha leído a los filósofos de la época, y a que Louise le da confianza en sí mismo, recuerda que tiene un talento y decide ponerlo en práctica con la creación de un restaurante en ese momento en el que la cocina solo era una pura reproducción, superficial y en la que se comía con los ojos.

Es la historia de un personaje que de repente va a encontrar su camino porque recupera la confianza en sí mismo y decide proponer su subjetividad al mundo.

Eso es el Siglo de las Luces: cómo de repente cualquier persona, porque todos somos iguales ante la Ley, tiene la capacidad de intentar y de crear.

 

PARA TERMINAR: LA RECETA DE LE DÉLICIEUX

 

 

Toda la trama de la película tiene como hilo conductor unos pasteles de papa y trufa, que Manceron prepara con maestría y que se ven preparar, cocinar y comer de principio a fin de la película. Esta es la receta.

 

 

 

INGREDIENTES

Masa quebrada:

Harina: 200 g

Manteca: 100 g

Yema de huevo: 1

Agua: 5 a 8 cl

Sal

Relleno:

Papas nuevas: 6 medianas

Perlas de trufa: 4 cc (Maison de la Truffe)

Yema de huevo: 1

 

PREPARACIÓN

Preparar la masa quebrada, preferiblemente el día anterior. En caso contrario, una hora antes.

Envuélvala en film transparente y déjela reposar toda la noche en la heladera.

Saque la masa de la heladera media hora antes de estirarla.

Coloque las papas en una olla con agua fría, cubra, hierva y cocine a fuego lento durante 8 a 10 minutos. La piel no debe reventar.

Deje que se enfríen antes de pelarlas.

Extienda la masa de 1,5 a 2 milímetros entre dos hojas de papel de hornear.

Corte 4 o 5 discos del tamaño de la base de los moldes (unos 6 centímetros de diámetro) y colóquelos en el fondo de los moldes.

Recorte otros 4 o 5 que sean solo un poco más grandes (para la parte superior) y colóquelos en la heladera.

Estirar el resto de la masa y cortar 4 o 5 tiras de unos 20 centímetros de largo y de 4 a 4,5 centímetros de ancho.

Forre el interior de los moldes con ellas.

Con la última masa restante, haga tiras largas que usará para sellar la parte superior de los patés pequeños.

Cortar rodajas de papas.

En los moldes, alternar una capa de papa(una o dos rodajas), unas perlas de trufa, papa, perlas de trufa. Distribuye estos ingredientes a su gusto, alternando sal y pimienta de vez en cuando.

Cubra con los discos de masa reservados y selle alrededor con las tiras de masa restantes. Calentar el horno a 180°.

 

 

Con una brocha, dorar la parte superior de los patés con la yema de huevo diluida en un poco de leche o agua y luego hornear, durante 30 minutos.

Servir tibio rodeado de un poco de mesclum aderezado con una vinagreta suave.

Si prepara estos patés con anticipación, caliéntelos entre dos hojas de papel de aluminio enrolladas en los bordes para cerrarlos, en un horno precalentado. Luego apague, durante 15 minutos.

 

 

Emilio R. Moya

 

Fuentes: tribunacultural.com (Quebec), naiz.eus, chefsimon.com, lavanguardia.com, abc.es, un anónimo y amable lector chipriota.
Oscar Tarrío

Director Periodístico Chefs 4 Estaciones en Chefs 4 Estaciones / Ex Editorial Diario La Capital

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