COMER EN SOLEDAD

¿UN PROBLEMA DE LA PANDEMIA?

 

 

El ser humano puede sobrevivir tres minutos sin aire, tres días sin agua, tres semanas sin comida y, según la sabiduría popular, tres meses sin compañía. Sea cierto o no, lo que está claro es que las personas necesitan a otras personas, y muchos estamos aprendiendo que las pandemias pueden ser épocas solitarias.

He pasado este último año prácticamente solo y aislado. Estoy a punto de cumplir los 61 años en unos días y arrastro un infarto y dos pancreatitis, además de unos 500.000 cigarrillos fumados y unos cuantos hectolitros de diversas bebidas que ya no bebo. Soy lo que se dice un paciente de riesgo.

Ya pesar de ser cocinero no escapo a las generales de la ley que condicionan la forma de comer de los/las que viven solos/as:

 

 

Cuando se come en solitario, se tiende de manera drástica al alimento precocinado, a los platos preparados, a la alimentación rápida y poco elaborada, y al producto frío y en crudo, como fiambres, quesos y ensaladas.

La persona que vive sola tiende también a descuidar el aprovisionamiento de la despensa y la heladera. Suele faltar motivación para hacer la compra, lo que deriva en una mayor monotonía en los alimentos que se adquieren.

Por otro lado, se ha comprobado, a través de diferentes estudios, que el menú del solitario se caracteriza por ser de una ingesta muy inferior, en cantidad, en calidad y en variedad, al de una persona que come en compañía. La pereza para cocinar, la comodidad y la carencia de un horario, son algunas de las causas.

Pero trato de sobreponerme y me esfuerzo cada día por superar esos inconvenientes y lograr comer lo mejor posible, a pesar de las restricciones y cuidados que provoca el aislamiento porque, fundamentalmente, amo la Vida.

 

LA NECESIDAD DE COMER

 

 

La necesidad de comer es el hecho más elemental de nuestra vida. Me siento urgido a comer en cortos intervalos de tiempo, y ciertamente nadie puede hacerlo por mí: el comer es una función completamente particular, individual, egoísta si cabe. Cada uno ha de satisfacerla incondicionalmente por sí mismo. Ahora bien, este rasgo individual o egoísta del comer es idéntico o general en todos los hombres: es común a todos.

 

 

Cierto es que también en el animal existe ese doble rasgo –individual y común– del comer. Pero en el hombre la comunidad del comer está atravesada por un elemento espiritual: la palabra. Al hablar en la mesa comunicativamente ya no formamos una comunidad meramente biológica, sino también espiritual.

 

 

La comida solitaria se limita a una función biológica, mientras que la comida compartida entre varios, bajo la palabra comunicativa, es una conducta más espiritual y social. El lugar físico de la mesa no está vacío de contenido cultural: representa las relaciones entre las personas, justo porque la mesa expresa la comunidad y las relaciones entre los miembros que toman parte en ella.

 

SER EXCLUIDO DE LA MESA

 

 

De ahí que la exclusión de la mesa signifique la exclusión de la comunidad. Para castigar una culpa, la tradición benedictina de los monasterios utilizaba una especie de ex-comunión (excluir de la comunidad), consistente en la exclusión de la mesa. Comer en solitario venía a ser para el monje castigado signo de una culpa y un modo de expiarla.

De ahí también que la moderna práctica del autoservicio sea tan individualista. Cada persona selecciona y consume lo que a él se refiere, yuxtapuesto externamente a los demás, sin vínculos que lo lleven a un acto de compartir.

 

 

En cambio, el comer en compañía es el fenómeno por el que el hombre trasciende de hecho o realmente su animalidad: su necesidad biológica de comer no se satisface ya de manera puramente biológica. No sólo es conveniente –o terapéuticamente recomendable– que el hombre no coma solo, sino que el modo social de comer es el único que salva al hombre de su egoísmo animal o natural. En el acto de comer, el hombre afirma su condición común de hombre y comprende a los otros en su existencia corporal: el que come a mi lado es tan hombre como yo y ambos descubrimos nuestros valores más comunes, a saber, las ganas de vivir y la fraternidad de seres vivos. El acto social de la comida unifica lo individual y lo común del ser humano.

 

ALIMENTACIÓN SALUDABLE, INCLUSO SIN COMPAÑÍA

 

 

Los expertos antes aludidos defienden que se puede seguir una dieta sana y equilibrada si, por circunstancias de la vida u horarios incompatibles, una persona tiene que sentarse siempre sola a la mesa. En este caso, estos consejos pasan por:

Pensar detenidamente a la hora de preparar el menú, por mucho que sea para una sola persona. En este caso, apuestan por vencer la apatía a la hora de cocinar y recuperar aquellos platos de toda la vida, que se hacían a fuego lento y donde los productos frescos y de proximidad eran parte esencial.

En dichas recetas debe haber, además, una amplia variedad de alimentos y preparaciones que hagan que no se coma lo mismo de forma habitual cada semana. Y es que huir de la monotonía culinaria se traduce en una mejor calidad de vida.

En una alimentación saludable también resulta aconsejable comer, siempre que se pueda, a la misma hora todos los días de la semana. Un horario que según algunos estudios protege a los comensales de sufrir algunas patologías en el futuro.  Así pues, si se sigue una rutina regular esto hará que no se desequilibre al organismo y que vaya regulando e incrementando la energía a lo largo del día. Algo que no impide que alguna vez, uno se pueda saltar la norma de forma excepcional.

 

 

Y si el tiempo lo permite, siempre se puede comer en una zona exterior (un patio, por ejemplo) para aprovecharse de las bondades de respirar aire puro y recibir los beneficios del sol. En este último caso es conveniente tener cuidado con las horas centrales del día en jornadas muy calurosas. En esta ocasión se puede hacer la comida perfectamente bajo la fresca sombra de un árbol del jardín.

 

LA SENSACIÓN DE SOLEDAD

 

 

Después de meses de cierres y órdenes de resguardarse en casa, a algunos expertos les preocupa el aumento de la cantidad de personas que se sienten solas, en especial jóvenes y adultos mayores; sin embargo, la resiliencia también está muy extendida y los estudios sobre la soledad pueden revelar una diversidad de maneras de combatirla.

“A la luz de la pandemia, hay maneras de aumentar ese sentido de conexión o disminuir los sentimientos de soledad de modos que podemos realizar con seguridad y a distancia”, comentó Julianne Holt-Lunstad, profesora de Psicología y Neurociencia de la Universidad Brigham Young. “Una de las cosas que han demostrado las investigaciones es que el apoyo social es increíblemente útil en épocas de estrés”.

La soledad es una emoción compleja. Puedes sentirte solo en una habitación abarrotada de gente o sentirte feliz con tu propia compañía y, según cada persona, varía mucho el grado de conexión humana que necesitan, señaló Holt-Lunstad. Una manera útil de pensar en la soledad, dijo, es pensarla como “la diferencia entre cuánta conexión social desean las personas y cuánta están recibiendo”.

Es un sentimiento subjetivo, pero los investigadores han comenzado a descubrir señales en el cerebro que ponen la necesidad de interacción social en el mismo nivel que la necesidad de comer. En un estudio publicado en noviembre, los científicos privaron a los participantes del contacto con otras personas y luego hicieron una resonancia de su cerebro. Al cabo de solo diez horas de aislamiento en un laboratorio (donde podían leer o dibujar, pero no tenían acceso a sus teléfonos o computadoras) las personas reportaron sentirse solas y deseaban interacción social. Cuando los participantes vieron fotografías de personas que participaban en actividades sociales, las resonancias mostraron una activación del mesencéfalo idéntica a la de quienes vieron fotografías de comida después de diez horas de ayuno.

Sin esa conexión social, con frecuencia las personas se deprimen, lo que alimenta aún más los sentimientos de soledad. La soledad crónica también está relacionada con mayores índices de enfermedades cardiacas, alzhéimer, suicidio e incluso la muerte.

 

CÓMO COMBATIRLA: BUSCA UN AMIGO

 

 

La estrategia más evidente consiste en buscar el apoyo de amigos. El hecho de saber que puedes contar con la gente, dijo Holt-Lunstad, tiene como resultado una reducción del estrés. En un pequeño estudio, los sujetos pudieron completar una tarea estresante (dar un discurso que se les dijo que estaba siendo grabado y juzgado) mientras mantenían una frecuencia cardíaca y una presión arterial más bajas simplemente pensando en un buen amigo en vez de un conocido casual.

En un momento de distanciamiento social esto podría significar hacer llamadas, enviar mensajes de texto, dejar un regalo o conducir y saludar. “Brindar apoyo a los demás, puede crear un sentido de significado y propósito”, dijo Holt-Lunstad. “Puede fortalecer los lazos sociales y, a su vez, conducir a menor soledad”.

Cuando busques conexiones, concéntrate en tus amigos y familiares más incondicionales. En otras palabras, una llamada con una amistad cercana podría ayudar más que una reunión por Zoom. “No basta con aumentar el contacto social”, aseguró Bert Uchino, profesor de Psicología de la Universidad de Utah en Salt Lake City. “Hay que aumentar el contacto en las relaciones que son importantes y muy positivas para ti. Creo que esas son las relaciones que harán que las personas superen la soledad”.

 

 

Si te interesa recibir recetas para preparar una sola porción, modos de organizar tu menú semanal o tu freezer, envíanos tus inquietudes y lo publicamos en próximos posts.

 

Emilio R. Moya

 

Fuentes: nytimes.com, consumer.es, commememucho.com, buzzfeed.com, 65ymas.com, regusto.es
Oscar Tarrío

Director Periodístico Chefs 4 Estaciones en Chefs 4 Estaciones / Ex Editorial Diario La Capital

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